Hace poco recibí los resultados de una prueba de ADN que analiza y sitúa mi origen étnico. Más que darme una respuesta identitaria, pareciese ser casi un juego ¿tengo algo de árabe como mucha gente me lo dice? ¿Cuánto de mí es indígena? El creciente interés por este tipo de análisis parece surgir en consonancia con una crisis identitaria marcada por la fragmentación y la ausencia de vida comunitaria. Subyace, quizás, la añoranza por encontrar una tradición y un origen dentro de la desintegración posmoderna que nos sitúa contradictoriamente en el entramado social como sujetos anónimos, parte de una gran masa humana, pero al mismo tiempo como individuos perfectamente identificables por las dinámicas del algoritmo. Un sujeto que es conocido mejor por el internet que por sí mismo.
Claro está que la herencia cultural es un proceso social, sin embargo, la prueba de ADN marca un retorno a lo biológico, evidencia que la fragmentación ya no solo tiene lugar en el espacio, diásporas y subjetividades, sino que toda nuestra materialidad biológica puede ser al mismo tiempo fragmentada y reducida a un cierto porcentaje. Quizás es el individualismo tan propio de la modernidad, la ausencia de lazos comunitarios y la nostalgia por una oralidad lejana lo que nos lleva al reforzamiento de las identidades étnicas.
No puedo negar sentir un cierto júbilo al ver el resultado de mi prueba de ADN ¿Un nuevo estadio del espejo? ¿Uno que sí puedo recordar? Para el psiquiatra y psicoanalista francés Jaques Lacan, el estadio del espejo constituye una instancia fundamental en la constitución del yo. Se trata de un momento jubiloso y espectacular en el que el infante identifica por primera vez su imagen en el espejo y observa su cuerpo, ya no como partes fragmentadas, sino como una totalidad. En este proceso, la presencia del Otro es primordial, ya que es el reflejo del Otro lo que le confirma al infante su propia imagen (Lacan 2013, 99-105). El Otro que me revela mi imagen genética a través del ADN es un software, un “Otro corporativo”. La imagen que se refracta no es la de la totalidad, sino la de la fragmentación étnica, ¿un mestizaje hecho genoma? (1).
Hay un yo que me precede, originario de un pueblo mestizo. Un pueblo constituido en el desarraigo territorial, un pueblo bastardo formado por hijos e hijas de la ilegitimidad, que no se puede reconocer así mismo ni como indígena ni como criollo. Hay una travesía de un yo que está en mi interior, pero que aun así no me pertenece. Un intersticio que se vuelve constitutivo en este júbilo a la fragmentación. La aceptación de un recorrido que jamás podrá ser el mío, pero que lo llevo adentro como una herida, como una marca colonial: la del mestizaje.
Gloria Anzaldúa escribe justamente sobre el trauma originario de los hijas e hijos del mestizaje. A través de una voz narrativa que es por sobre todo corporal plasma su experiencia en la frontera de Estados Unidos y México para mostrarnos la herida abierta del racismo, el clasismo y la marginalización. Así, en un ejercicio de ‘descuerarse’ en la escritura va cuestionando todas las fronteras, tanto propias como geopolíticas, para aceptar el dolor y liberar a un yo que abrace la fragmentación, cree intersticios y zurza puentes entre sus partes fraccionadas y maltratadas.
¿Qué significa ser hija del mestizaje? ¿Qué significa tener ascendencia indígena? Para Anzaldúa (2009, 283), “[t]o have Indian ancestry means that mi cuerpo (my body), soul, and spirit have raíces (roots) in this continent. El árbol de mi vida has indigenous roots. I think that about 75% of DNA is an amorphous record of all past lives and past lives of ancestors. If this is true, la india in me will never be lost to me”.
Tener una ‘india’ que habita en el cuerpo significa vivir en la fragmentación psíquica, vivir con el luto de las tantas pérdidas: “loss of land, loss of language, loss of heritage, loss of trust that all indigenous people […] suffer on a daily basis” (Anzaldúa 2009, 283). Encarnar una mestiza, por otro lado, significa vivir con múltiples identidades: “[b]esides lo indio, el mestizaje that I’m comprised of includes the biological mixtures of Basque, Spanish, Berber Arab, and the cultural mix of various cultures of colors and various white cultures” (2009, 283). Todas esas identidades biológicas, todos esos recorridos de cuerpos que no fueron los nuestros marcan pequeños trazos en la historia del colonialismo, configuran una identidad genética múltiple que, si bien no nos pertenece, se inscribe en el color de nuestras pieles.
Para Anzaldúa, nadie debiese forjar su identidad a partir de categorías (2009, 283). Para ella, “it’s not enough […] to be a Chicana or an Indian” (2009, 283). En la búsqueda de un concepto que no encuentre su base en la racialización de los cuerpos, Anzaldúa se apropia de la noción “new tribalism” para formular una identidad mucho más inclusiva (2009, 283). “The new tribalism”, escribe Anzaldúa, “is about being part of but never subsumed by a group, never losing individuality to the group nor losing the group to the individual. The new tribalism is about working together to create new ‘stories’ of identity and culture, to envision diverse futures” (2015, 85). El ‘nuevo tribalismo’ se emplaza, entonces, como un espacio que nos permite formar nuevas alianzas, que no nos sujeta a una identidad fija y tampoco nos lleva a abandonarla. Una dimensión en la que se construye puentes entre culturas para articular nuevas narrativas: la de la new mestiza. Amasando, desgranando y disociando lo heredado de lo adquirido y de lo impuesto, botando aquello que “no vale”, generando rupturas, la nueva mestiza que habita el entre-medio “[s]e hace moldeadora de su alma. Según la concepción que tiene de sí misma, así será” (Anzaldúa 1987, 82-83).
Así, en esta amalgama de identidades genéticas puedo decir que soy 54.5% mesoamericana y de los Andes, 17.2% ibérica, 12,1 % italiana, 11,1% europea del norte, 1,4% asquenazí y 3,7% oriental, pero al igual que Anzaldúa (1987, 63), “[a] veces no soy nada ni nadie. Pero hasta cuando no lo soy, lo soy”. Soy una identidad nunca acabada, que echó raíces en Chile, pero que se armó un hogar en Alemania, con un acento que la delata, y que, así, en medio de este júbilo a la fragmentación se cuenta a sí misma una nueva narrativa para rezar un “así será”.
Notas
1. La idea de un 'genoma mestizo' ha sido criticada, ya que apunta hacia el "fortalecimiento del pensamiento racista gracias a la idea del determinismo genético", la categorización, en este sentido, se desplaza, ya no sucede en base al fenotipo, sino mediante la información genética (Navarrete 2017, 49).
Bibliografía
Anzaldúa, Gloria. 1987. Borderlands. La Frontera. The New Mestiza. San Francisco: Aunt Lute Books.
Anzaldúa, Gloria. 2009. “(Un)natural bridges, (Un)safe spaces”. En The Gloria Anzaldúa Reader, editado por Analouise Keating, 243-248. Durham/London: Duke University Press.
Anzaldúa, Gloria. 2015. Ligth in the dark. Luz en lo oscuro. Rewriting identity, spiritually, reality, editado por Analouise Keating. Durham/London: Duke University Press.
Lacan, Jacques. 2013 [1966]. Escritos 1 (Tomás Segovia/Armando Suárez, trad.). México D.F./Buenos Aires/Madrid: Siglo XXI.
Navarrete, Federico. 2017. Alfabeto del racismo mexicano. Barcelona/México/Buenos Aires/Nueva York: Malpaso.
Imágenes
Figura 1 extraída de Portal Web Magazine of Llilas Benson Latin American Studies amd Collection: https://sites.utexas.edu/llilas-benson-magazine/2017/08/27/anzaldua-across-borders-a-traveling-thought-gallery/
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