Reflexiones para pensar el pasado, presente y futuro del golpe militar
1. Sobre el presente
No es sorprendente que, a 50 años del golpe militar en Chile, no hayamos logrado llegar a tener mínimos comunes para hablar, recordar, y desde ahí entender lo sucedido. Creo que a estas alturas del partido hay que ser un poco más realista sobre las razones por las cuales esto ha sido así, y dejar de mentirnos a nosotros mismo para así enfrentar los desafíos que nos traen estos 50 años, y quién sabe cuántos más, con una herida que ha estado pulsante constantemente.
A veces culpamos a la falta de educación en nuestro país sobre esta historia como la principal causa de una falta de relato común. Muy liberal, muy bien pensante. La realidad es clara y el problema es solo personal, falta de ganas de educarse. Esto es pensar que la formación de una realidad y narración social es a partir de la voluntad de individuos desconectados entre sí, un agregado de pequeñas personas. Esto es incorrecto. No hay soluciones sociales centradas en individuos, de otra forma el neoliberalismo funcionaría a toda raja y sabemos, vivimos, que no. El Estado nunca logró establecer pequeñas cosas, como si le íbamos a llamar dictadura o gobierno militar a este periodo en los libros de historia. Esto debido a que, en gran parte, los mismos ejecutores de la dictadura estaban y están aún en el poder. ¿Cómo podía pasar algo diferente?
Aun así, la realidad moral e histórica de lo sucedido es grande y apabullante. No es fácil estar del lado de la dictadura y de Pinochet. Es como tener caca en la punta del zapato: se nota demasiado, huele, y es difícil ignorarlo. Eso sí, el clasismo rampante chileno aquí juega un papel importante. Si eres pobre y de derecha, facho pobre; adinerado y apologista de la dictadura, un ciudadano con algunas malas opiniones. Es un poco más aceptado, aunque no fácil de justificar, pensar que la dictadura tuvo algunas partes malas y otras no tanto. Aquí la derecha chilena brilla por su ignorancia o mala fe (les dejo a ustedes la elección). En una columna Jorge Guzmán, de Evópolis, dice “precisamente porque esperamos que nunca más vuelva a ocurrir en nuestra historia un periodo tan oscuro, consideramos esencial reconocer que la democracia chilena presentaba serias deficiencias previas al golpe de 1973.” Es una forma sutil de decir que hay una explicación para el golpe dado por los militares. Va en la línea antiquísima sobre los males que trajo el gobierno de la Unidad Popular y lo difícil de esos momentos. No apunta cuáles son esas serias deficiencias, porque es una narrativa que intenta igualar la dictadura a un gobierno democrático. Los militares hicieron mal, pero los comunistas también eran malos. Lo curioso es que esas maldades nunca son enunciadas, sino que son significantes vacíos que son llenados con cualquier miedo real o ficticio. Desde comer guaguas, pasando por invasiones mapuchecastrochavistas, filas para comprar, etc. Te van a quitar la casa. Es desinformación fácil de implantar y difícil de combatir, porque permite esconder la mano fácilmente. No hay expresamente un hecho que se acuse, lo que es una estrategia para evadir la responsabilidad de cómo se interpreta. Es una onda, un vibe, no una opinión informada ni basada en nada más que el miedo que medio siglo de anticomunismo ha traído a este país.
Se invoca faltas a la constitución, sin apuntar cuáles son. Se acusa de violaciones a los derechos humanos, pero hay de plano un escasísimo entendimiento sobre estos, o una miserable interpretación de estos para acomodarlos a un bando. Por si no lo sabían a estas alturas, los derechos humanos son violables sólo por actores del estado. Están ahí expresamente para proteger a las personas de las instituciones del estado y para establecer derechos fundamentales que deben ser respetados por todo estado. Un civil que ataca a otro es un delito o crimen, dependiendo de la gravedad de este, pero no es un ataque a los derechos humanos de esta persona. Un policía que tortura o pasa a llevar los derechos de una persona, si podría constituir una violación de los derechos humanos. Simple.
Pedir algo diferente, después de todo este tiempo, es iluso. Aceptamos tácitamente ese clásico chileno del algo habrán hecho para merecer esto, porque es imposible una violencia así contra alguien inocente. Aceptamos tácitamente que había una especie de equidad entre una dictadura y luchar contra ella. Aceptamos que los extremos eran malos y que, de alguna forma tergiversada y grotesca, debe haber un punto medio entre la matanza y el respeto a la vida (¿matar solo a unos poquitos?). Aceptamos que la vida era así y que no había nada más que subirse al bote y darle pa’ delante, y le exigimos poco o nada a la política. ¿Cómo olvidar a Insulza, un socialista, protegiendo a Pinochet para que no fuera juzgado en el extranjero? Una vergüenza.
Seguimos divididos, mirando al pasado con lentes de derecha y al presente con lentes tristes. Hay sectores a los cuales lo sucedido no les duele. A los que las vidas de los afectados hasta el día de hoy no les duele. Hay sectores a los cuales les dejó de doler, o el dinero y el poder les ha funcionado como analgésico moral. Hace tiempo que salí de Chile y aún me duele. La última vez que estuve ahí, un día después del rechazo a la nueva propuesta constitucional, vi un país más triste de lo que era cuando me fui. Para mí los 90’s siempre fueron Fiesta, de Fiskales Ad-Hok: “Es así como aprendimos a vivir / no en la forma más sana, no /representando una nación /mezcla de miedo y de rencor / en donde nadie quiere compartir / donde yo ya me acostumbré con ataques de ansiedad /siempre viviendo a punto de perder”. Bien podría ser Chile en 2023.
2. Sobre el pasado
El pasado no se olvida ni pasa. Formas de entender esto hay por montones, desde las literarias a la Proust, en donde el recuerdo se esconde en algún objeto y cuando es reconocido por alguien, vuelve a la memoria lo olvidado. Vuelve a la vida ese momento que ya no pasó, sino que está pasando; pasando por otras teológicas, a la Santo Tomás, en donde el pasado y futuro no son más que meras expresiones, modalidades del presente, expresadas en recuerdos y esperanzas. Incluso otras filosófico-políticas, a la Marx: La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. El punto aquí es que la memoria es la vida presente del pasado. No es nada ni muy filosófico ni muy complejo. El pasado se muestra en el presente de formas inesperadas, y vive en el presente a través de no solo las consecuencias de este, sino también en la constante actualización de este pasado. Un ejemplo: los detenidos desaparecidos no son cosa del pasado. Están siendo detenidos constantemente y siendo ejecutados constantemente, y lanzados al mar, quemados, electrocutados, violados, o cualquier otra crueldad a la que están siendo sometidos todo el tiempo. No han sido encontrados, entonces siguen desaparecidos; no han obtenido justicia, por lo que siguen siendo vejados constantemente.
Esto no tiene que ser así, pero requiere lidiar con el pasado de forma que no sigan muriendo ni desapareciendo. Encontrarlos no borraría lo sucedido, pero sí cambiaría la forma en que se recuerda. No tengo una solución para esto más allá de las que me parecen obvias: plan nacional de búsqueda (que ya dio un paso este año), cero tolerancia con las personas involucradas que se niegan a dar información, o no solo establecer responsabilidades civiles, sino de alguna vez hacerlos responsables. Pero todo eso requiere colaboración que, como ya sabemos, no existe.
Así, los muertos seguirán penándonos. Pesando sobre nuestros hombros sus sueños, susurrando en nuestros oídos por qué no los estamos buscando, por qué reímos sin ellos, por qué bebemos con sus asesinos. Es extraño ver a un fantasma asustado por los vivos.
3. Sobre el futuro
También se ha discutido cómo, desde aquí para adelante, se recordará estos hechos, a los desaparecidos, a la (in)justicia. Sobre el papel que la educación ha tenido en las formas en que se rememora y desde dónde. Sobre la eventual, pronta muerte de no solo las personas que vivieron esos días, sino también de los injuriadores, dejando así una especie de vacío de la memoria, en donde los miedos sobre el olvido acechan. Creo que estas son preocupaciones válidas, pero que dejan de lado algo importante: nunca hemos olvidado y, creo, no vamos a olvidar. La gente, el pueblo, nunca ha necesitado de una institución que le enseñe a recordar. Recordamos la escuela Santa María de Iquique, la matanza de La Coruña, y la masacre de Marusia, solo por nombrar algunas. Todas estas hace casi 100 años, y aún en la memoria. Durante las últimas décadas en Alemania ha habido un esfuerzo por recuperar la historia del Holocausto ya que los sobrevivientes comienzan a dejarnos. Los esfuerzos vienen de personas que no vivieron esos momentos, pero eso no importa porque es presente, no pasado. Además, el fascismo nunca desapareció y está siempre acechante en las grietas de la sociedad. Las críticas sobre la falta de interés o voluntad política (y por la mala voluntad política) para establecer un entendimiento común de lo sucedido me parecen pertinentes, aunque insisto, eso nunca fue necesario para recordar, sino para la convivencia de la nación. No todos recuerdan, pero no importa, nunca ha sido así.
Alguna vez conocí a un buen hombre en el sur de Chile, cuyo padre había sobrevivido a la matanza de la escuela Santa María de Iquique ocultándose bajo los cuerpos de otros obreros. Setenta años después, él había sido torturado por los agentes de la dictadura de Pinochet.
Cabe preguntarse si estamos hablando del pasado o del presente.
Cabe preguntarse si se puede olvidar.
Cabe preguntarse cómo se recordará en el futuro. Si habrá paz en los corazones de tantas víctimas directas o si lograremos como comunidad reconocer los abusos y nuestras propias responsabilidades en perpetuar estos impases sociales. Si esos muertos dejarán de oprimir nuestros cerebros.
Cabe preguntarse, y es necesario, cómo vamos a formar una sociedad más humana y justa con los desafíos que nos trae este siglo. La forma en que recordemos nos encaminará para esto.
Pero olvidar, eso no sucederá jamás.
Imágenes
Lentes de Salvador Allende: https://www.patrimoniocultural.gob.cl/noticias/museo-historico-nacional-inauguro-exposicion-memoria-y-registro-11973
Chilenos muertos olvidados y chilenos vivos sin memoria 😔