Un acercamiento a la cancelación del pasado y del futuro.
Realismo capitalista y cómo vivir en él
Vivimos en un mundo capitalista. Esto no es una afirmación controversial, ni debería sorprender a nadie. Esto también significa que no es sólo una forma de entender la economía, sino que una forma de entender las relaciones sociales, la política, y los límites de lo que es deseable y posible. O dicho de otra forma, la realidad necesita naturalizarse como capitalista y para esto se requieren ciertos tipos de socialización, ciertas formas de vivir y concebir el capitalismo existente para su mantenimiento y reproducción.
Esto ha sido un proceso que se ha desarrollado durante siglos. Se ha ido construyendo poco a poco hasta ser la forma dominante de entender el mundo y en la actualidad, de la mano del neoliberalismo (1), en la única forma de entender la historia. En su libro Realismo Capitalista, ¿No hay alternativa? (2016) Mark Fisher desarrolla la idea del realismo capitalista a partir del análisis de diferentes películas y obras de la cultura pop, y de las reformas políticas neoliberales que han predominado a partir desde los años ochenta. Así, lo define con la famosa frase “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, para continuar con detallando: “El latiguillo recoge con exactitud lo que entiendo por realismo capitalista: la idea muy difundida de que el capitalismo no solo es el único sistema económico viable, sino que es imposible incluso imaginarle una alternativa.” (Fisher 2016, 22).
El momento presente del realismo capitalista se caracteriza por haber logrado minimizar el horizonte de las alternativas de una sociedad diferente, naturalizando su forma de socialidad y organización económica. Se podría discutir incluso si el realismo capitalista, en su forma neoliberal, es la expresión última del capitalismo| en donde ha logrado subsumir no sólo los medios de producción, sino que todo ámbito de la vida humana, incluso la imaginación: “El poder del realismo capitalista deriva parcialmente de la forma en la que el capitalismo subsume y consume todas las historias previas. Es este un efecto de su ‘«sistema de equivalencia general’», capaz de asignar valor monetario a todos los objetos culturales, no importa si hablamos de la iconografía religiosa, de la pornografía o de El capital de Marx.” (Fischer 2016, 25)
Bolívar Echeverría, en su ensayo El ethos barroco (1996), analiza las contradicciones que se presentan al vivir en un mundo en donde el hecho capitalista se establece como la realidad, colocando a la acumulación del capital por sobre la vida misma. Al ser el capitalismo un sistema totalizante, es necesario generar una armonizar con esta realidad. Echeverría identifica cuatro ethos, formas de vivir y lidiar con el hecho capitalista, que caracteriza como “una presencia del mundo en nosotros, que nos protege de la necesidad de descifrarlo a cada paso (…) una presencia de nosotros en el mundo, que lo obliga a tratarnos de una cierta manera” (Echeverría 1996, 71). Utilizaremos dos de estos, el ethos barroco y el realista. El ethos barroco funciona obedeciendo sin cumplir. Busca en los resquicios y pliegues del hecho capitalista las formas de rescatar (no necesariamente para reivindicarlas ni formar un proyecto alternativo viable, sino que como resistencia) las formas naturales que han sido sacrificadas para y por el proceso de valorización. El ethos barroco, así, es la afirmación de otras formas de organizar la vida solo para la subsistencia dentro del capitalismo: “no lo acepta, sin embargo, ni se suma a él, sino que lo mantiene siempre como inaceptable y ajeno. Se trata de una afirmación de la forma natural del mundo de la vida que parte paradójicamente de la experiencia de esa forma como ya vencida y enterrada por la acción devastadora del capital” (Echeverría, 73).
El ethos realista presenta a la acumulación como la mejor forma de vivir cualitativamente. Los fenómenos sociales y económicos se perciben tal como se presentan, produciendo así una indiferenciación entre los hechos sociales y los capitalistas. En ese sentido, el capital ha subsumido a la materia, presentándose como no contradictorio, y como forma última de desarrollo del ser humano, “carácter afirmativo no solo de la eficacia y la bondad insuperables del mundo establecido o realmente existente, sino, sobre todo, de la imposibilidad de un mundo alternativo” (Echeverría, 73).
Como se puede apreciar, los dos autores están hablando en consonancia. La existencia de un realismo que necesita establecerse como la realidad, es una de las partes constituyentes para el desarrollo capitalista. Como ya había mencionado Marx y Engels, revolucionar las relaciones de producción es revolucionar las relaciones sociales (2). La necesidad de establecer una forma de realismo y de vivir que acepte en el hecho capitalista la realidad, es fundamental para la reproducción del sistema. El realismo capitalista es la hegemonía del ethos realista, ambos abocados a establecer los límites y la capacidad de imaginar mundos posibles (futuro) como a la historia de los mundos pasados (pasado). Se transforma en una naturalización de la ideología capitalista que tiene efectos presentes, pero que también devora los ejemplos del pasado que pudieran mostrar una realidad diferente. Una cancelación del futuro y del pasado.
Cancelación del pasado
Pareciera que la existencia de un pasado diferente a esta realidad capitalista queda relegada a una realidad mitológica y utópica: como podría interpretarse de Rousseau e incluso en Marx, la bondad natural del ser humano y la organización en la forma de comunismo primitivo pertenecen a un lugar fantástico, inexistente, y que solo reside en los buenos deseos de la voluntad humana pero que no corresponde a ninguna realidad histórica. Así, la avaricia, la ley del más fuerte, la necesidad del trabajo asalariado y de la santidad de la propiedad privada se transforman en la única forma de entender la historia, determinando transversalmente el devenir de nuestro mundo y sus posibilidades, al mismo tiempo que transfigurando el pasado, iluminando de manera discriminatoria sólo ciertas partes y prácticas que permitan justificar el hecho capitalista.
El pasado se transforma así en un momento oscuro, primitivo, que alcanza su punto cúlmine en el progreso de la Historia con la llegada del capitalismo. El pasado se cancela al ser valorarlo sólo desde la lógica capitalista, al entenderlo (distorsionarlo) desde la valorización del valor.
Los ethos nos permiten ver cómo estas formas de (sobre)vivir en el capitalismo también han dado paso a maneras de mirar hacia el pasado y enfrentar el futuro. No es lo mismo, así, vivir bajo un ethos realista, en donde las formas de trabajo asalariado son aceptadas como naturales e incluso, como formas edificantes de socialidad, en donde la valorización del valor ya ha permeado en casi todos los ámbitos de la realidad, que vivir bajo un ethos barroco que, aunque también participa de esta forma de trabajo asalariado, construye una resistencia a este ya que por historia, valores o porque aún hay formas no capitalistas de relacionarse con el trabajo que aún persisten, siempre mantiene una tensión con este. Lo barroco así abre una puerta no solo para entender que el realismo capitalista, si bien hegemónico, está en una constante lucha por abarcar todos los lugares y que por ende, no los ha conquistado, sino que también como una forma de vivir que está siempre mirando hacia atrás y adelante, como si tuviera una memoria muscular que le lleva a ir contracorriente.
Cancelación del futuro
La cancelación del futuro se entiende así, de la mano con el fin de la historia de Fukuyama (2015), como la llegada a la cumbre del desarrollo humano (la democracia liberal capitalista como imperfecta, pero como el mejor sistema al que podemos optar) y de aquí en adelante lo que queda es retocar el sistema siempre bajo los márgenes de la forma capitalista.
El realismo capitalista marca los límites del pasado y del futuro. Esto se aprecia en las formas que ha adoptado el arte, la cultura pop y la popular. El futuro se cancela ya que la historia ha acabado, tal como se observa en los ciclos de la industria de la moda, la industria del cine y la música. Los ciclos de cambio en la moda cambian cada decenio: se vuelve veinte años atrás (en los 2000 la moda recreaba los 70’s, en 2010s los 80’s, y ahora en 2020s se vuelve a los 90’s); el cine mainstream se alimenta de remakes y adaptaciones de obras literarias, dejando poco espacio, por lo menos en la industria hollywoodense, a las nuevas creaciones. Lo nuevo se transforma así en reciclaje de fórmulas ya conocidas y que aseguran un producto cultural que apela a la nostalgia, que refuerza la idea de una cultura a la medida del sujeto, clientelar en la construcción de realidad, y que no busca explorar horizontes de posibilidades de creación, sino mantener una forma particular de entender la existencia, desdeñando otras formas no capitalistas neoliberales del mundo (o que se abran a un devenir no capitalista). El futuro, en este sentido, se cancela para dar paso a un eterno ciclo de consumo neoliberal.
En el cine, la presencia de críticas que podrían ser más sistemáticas, o que por lo menos apuntan a la experiencia real de las personas que se llevan la peor parte del modelo capitalista, son absorbidas por las relaciones ya ideologizadas que se establecen entre los actores del texto-película. Además de esconder las relaciones sociales y productivas ya presentes en la realidad, la política misma se reduce a la acción de individuos que a veces actúan en solitario, otras en grupo, pero que nunca superan a la mera colección de individualidades que a momentos coinciden: no existe sociedad más allá del individuo.
En Spiderman: Homecoming, por ejemplo, Adrian Toomes, el Buitre, perteneciente a la clase trabajadora, pierde su trabajo y esto lo lleva a utilizar tecnología extraterrestre para cometer crímenes. En una escena le explica a Peter Parker:
Pete, those people up there, the rich and the powerful, they do whatever they want. Guys like us, like you and me… they don’t care about us. We build their roads and fight all their wars and everything. They don’t care about us. We have to pick up after them. We have to eat their table scraps. That’s how it is. I know you know what I’m talking about, Peter.
Para después decir:
Parker: Why are you telling me this?
Toomes: Cause I want you to understand. And I needed a little time to get her airborne
(Spider-man: Homecoming, 2017)
Como explica Peter J. Bruno (Bruno. 2019), la crítica que el Buitre podría personificar se ve totalmente desarmada al mostrarse sólo como una forma de ganar el tiempo suficiente para escapar. En el universo cinemático de Marvel, los antagonistas representan normalmente la crítica contra el sistema, pero finalmente pierden fuerza al rodearse de cinismo, oportunismo, violencia; en otras palabras, la crítica sólo representa un intento individual de lograr, a través de medios poco liberales y poco democráticos, un beneficio personal en la forma de venganza, dominación, o dinero. De esta forma, la crítica se traslada de lo sistemático a la forma: causas justas que caen en la forma incorrecta de protesta, aunque el mensaje que se transmite es que cualquier intento de cambio profundo no es válido porque ya estamos en el cenit de la organización humana. Lo mismo ocurre en otras películas como Black Panther, con Warmonger (incluso el nombre posee connotaciones negativas) y la lucha anticolonial enmarcada como terrorismo; en las diferentes películas de Iron Man (3) y el comercio de armas, el robo intelectual, y la privatización de la seguridad, pero sin preguntarse por qué Strak Industries vende armas o la razón de la guerra en Medio Oriente; en The Falcon and the Winter Soldier, la lucha contra el racismo, grupos insurgentes contra la marginalización del llamado tercer mundo, y la explotación del sur global, sólo para responder a estos problemas con un comportamiento más ético (4). Estos son sólo algunos ejemplos de un mundo cinematográfico que juega con las posibilidades de la tecnología, con los problemas del mundo globalizado y los dilemas que plantea el capitalismo. Aunque presentes, las críticas que se pueden encontrar se mantienen dentro de los límites del capitalismo realista, y de las posibles soluciones que el (neo)liberalismo ofrece dentro de este marco, restringiendo el horizonte de la potencialidad del ser humano.
Si las acciones de los personajes no son guiadas por política alguna, sino que son mera voluntad individual e intención de subyugar la realidad a los deseos personales, tampoco existe intención o posibilidad de cambiar la situación del mundo, sino que sólo acomodarlo a los deseos de estos personajes. Toda acción se transforma en expresión de la necesidad o responsabilidad personal, expresión del desgarramiento del sujeto con una comunidad inexistente.
Conclusiones
Entender las necesidades y dificultades que el mundo actual nos presenta para pensar en formas de organización que superen al capitalismo y sus contradicciones, es una tarea aún en desarrollo. El siglo XX nos ha dejado no sólo una serie de intentos de crear una sociedad nueva, sino que también una serie de desafíos a partir de los errores y de las posiciones anticapitalistas que, en diferentes grados y de diferentes formas, asumieron el fin de la historia como real. En este contexto, Echeverría y Fisher, apuntando al pasado y al futuro, nos ofrecen formas de entender cómo las formas de vida han sido subsumidas a la forma capitalista mientras se ofusca un pasado diferente y la posibilidad de un futuro que permita no sólo el desarrollo de una vida más libre, sino que la posibilidad de la vida misma, enterrada bajo el peso de la cancelación del futuro. Así, el análisis y el corpus conceptual que nos han dejado abren un espacio para seguir pensando el arte como un medio de posibilidades de emancipación y la política como posibilidad real de cambio histórico.
Notas
1. Entenderemos neoliberalismo en este análisis, primero de forma general, como un modelo económico político que propone al mercado como la mejor forma de dar respuesta a los problemas sociales. Segundo, como la intersección de diferentes escuelas de pensamiento político, económico y filosófico que se pueden entender bajo la etiqueta del libre mercado o laissez faire. En las políticas neoliberales tenemos a Ronald Reagan y Margaret Thatcher como sus exponentes principales. En la economía, Milton Friedman, Friedrich von Hayek, los Chicago Boys. En lo filosófico, si bien se pueden trazar influencias desde los filósofos del liberalismo, Ayn Rand es la expresión máxima a través de su Objetivismo y Egoísmo racional (si bien pobre filosóficamente y falto de rigurosidad científica).
2. El capítulo “Burguesía y proletariado”, del Manifiesto Comunista, muestra de manera rápida este progreso de las relaciones de producción/sociales, y la forma en que “[el Capital] ha sustituido la explotación recubierta de ilusiones religiosas y políticas por la explotación abierta, desvergonzada, directa, a secas” (Marx y Engels 2001, 52). También en los capítulos XXIV y XXV de El Capital, donde Marx explica y ejemplifica la acumulación primitiva y los procesos de acumulación de capital, podemos ver cómo estos procesos de expropiación van de la mano con nuevas formas de relaciones sociales que justifican las nuevas relaciones de producción. En “Calibán y la bruja”, Federici añade las formas de acumulación primitiva en las familias, y la forma de acumulación que sufrieron las mujeres como (re)productoras de trabajadores. Entre estos tres textos, se puede tener una visión que nos da luces sobre el desarrollo de las ideologías que han sostenido al capitalismo hasta llegar al realismo capitalista (y de las formas en que ha sido rechazado y combatido).
3. Tony Stark, Iron Man, es el parangón del individuo neoliberal. Heredero de una familia millonaria, poseedor de un intelecto superior, y creador de una fuente de energía casi infinita. Todo esto lo utiliza para enfrentar los problemas que enfrenta el mundo por sobre los estados, haciéndolo sólo en la medida en que se condice con su individualidad. Un diálogo de Iron Man 3 es representativo: “I’m your nuclear deterrence. Is working, we are safe. America is secure. You want my property? You can’t have it! But I did you a big favor: I successfully privatized world peace. What more you want?! I would serve this great nation at the pleasure of myself.”
4. Los paralelos con la realidad son fascinantes y bordean la ironía: Strak Industries es un paralelo con Lockheed Martin, las innumerables guerras estadounidenses justificadas por la promoción de la democracia y en contra de dictadores, la criminalización de grupos de izquierda (desde Black Panthers, pasando por el bombardeo de MOVE en 1985, la contrainsurgencia en Latinoamérica, los innumerables golpes de estado en el tercer mundo, hasta los intentos de criminalización actual de la protesta) o el discurso de Michelle Obama en 2016: “When they go low, we go high”, tomando la superioridad moral (liberal) frente a las acciones del partido Republicano.
Bibliografía
Black, Shane. Iron Man 3. 2013; Estado Unidos: Marvel Studios.
Bruno, Peter J. Infinity Wars: Post 9/11 Superhero Films and American Empire. Tesis de Magister. City University of New York. 2019
Echeverría, Bolívar. Modernidad y Capitalismo (15 tesis), en Las Ilusiones de la Modernidad. UNAM/El Equilibrista. 1995
Echeverría, Bolívar. El ethos barroco. En Debate Feminista Vol. 13. Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México. 1996
Fischer, Mark. Realismo Capitalista. ¿No hay alternativa? Editorial Caja Negra, Buenos Aires. 2016
Federici, Silvia. Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Editorial Traficantes de sueños. 2010
Fukuyama, F. ¿El fin de la Historia? Alianza. Madrid. 2015
Marx, Karl, F. Engels. Manifiesto Comunistas. Alianza editorial. Madrid. 2001
Marx, Karl. El Capital. Tomo I. Vol. 3. Libro primero. El proceso de producción del capital. Editorial Siglo XXI. México. 2009
Watts, Jon. Spider-Man: Homecoming. 2017; Estados Unidos: Columbia Pictures – Marvel Studios.
Imágenes
Fig. 1 creada por el autor.
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