Reflexiones sobre la raza a partir de Yásnaya Elena Aguilar Gil
Llegamos a otro 12 de octubre y se vuelve necesario recordar, una vez más, una cosa muy simple: la raza no existe, es un invento europeo (léase: Europa inventó el racismo). No hay fundamento científico que avale la idea de razas humanas desde la biología, pero sí que hubo y lamentablemente existen todavía discursos cientificistas herederos de las ideas eugenésicas del siglo XIX que sostienen que no solamente hay razas, sino que hay además unas mejores que otras. La escritora mixe (1) Yásnaya Elena Aguilar Gil explica que uno de los grandes logros del racismo ha sido disfrazar la raza de categoría científica, cuando en realidad las razas existen como categorías sociales e ideológicas (2020: 112). Decir que no existen razas desde la biología no significa que la idea de raza no exista, pues está claro que existe y se expresa como forma de opresión a través del racismo hacia los cuerpos no blancos, no europeos.
Y sin embargo en México y en toda América Latina —que, cabe señalar, no es una América Latina sino latinizada a fuerza de castellanización— es muy difícil hablar de racismo. Dado que en estos territorios los españoles llegaron a “expandir la fe cristiana” y en el camino se “mezclaron” con indígenas, ese proceso de mestizaje suele utilizarse como una consecuencia “buena” que encubre el efectivo genocidio que ocurrió como resultado de la colonización. Es como si dijeran “bueno, pero al menos en Latinoamérica convirtieron a los indios al catolicismo y no los exterminaron, como en Estados Unidos”. ¿Ahora resulta que somos afortunados de ser mestizos? Bajo esta lógica se ve el mestizaje como un mal necesario, porque si no, ¿dónde estaríamos?, seguramente andaríamos sacrificando gente y venerando al sol, pero ¡uff!, qué bueno que nos llegó la c i v i l i z a c i ó n. Eso es lo que se celebra cada 12 de octubre: el “descubrimiento” de América, el encuentro entre dos mundos, la hispanidad, la raza… Ew.
Estoy cansada y asqueada. No estoy orgullosa de ser mestiza, ni de hablar español, ni de tener un pasaporte mexicano. Como dice Yásnaya Elena Aguilar Gil, yo no soy mestiza, soy desindigenizada. Yo no celebro lo mestizo porque lo mestizo no es simplemente el encuentro y la posterior mezcla de razas. Lo mestizo como concepto no surgió como parte de un desarrollo natural dado a partir del mestizaje carnal, como lo llama Silvia Rivera Cusicanqui, entre cuerpos americanos y europeos, sino que ha sido un dispositivo colonial para “el establecimiento de un orden social, político, cultural, la formación de un Estado y una identidad nacional” (Catelli, 2020: 83). Lo mestizo, como lo entendemos actualmente, es el resultado de políticas de amestizamiento, de campañas de castellanización, esterilización forzada, genocidio y discriminación, en fin, de una larga y terrible opresión histórica hacia los pueblos nativos de América. Lo mestizo es la aspiración a la blanquitud heredada por las élites criollas que fundaron lo que hoy son los Estado-Nación latinoamericanos, y el amestizamiento fue la forma en la que se establecieron las identidades nacionales con el idioma español y la religión católica como bases. El concepto de lo mestizo, que celebra en la teoría la mezcla de distintas razas, en la práctica desdeña aquello que no es producto de esa mezcla e ignora el hecho de que existen otras naciones y otras lenguas no españolas dentro de los territorios y fronteras que los colonizadores crearon. Y digo otras naciones pero en realidad debería decir naciones, a secas, porque México, como explica Yásnaya, “es un Estado, no una nación. México es un Estado que ha encapsulado y negado la existencia de muchas naciones” (2018). ¿Eso quieren que celebremos?
El Estado mexicano nos vende la idea de un México mestizo en el que “nuestras raíces”, o sea lo indígena, se mezclan positivamente con lo español, con lo europeo, en una mezcla que supuestamente tomó lo mejor —¿y quién decide qué es lo mejor?— de esos dos mundos, cayendo otra vez en la idea de una mezcla “productiva”, de la raza cósmica de José Vasconcelos (2) y en la noción de la conquista y colonización de pueblos como un mal necesario. Incluso el llamarlos “pueblos originarios” sitúa, como dice Silvia Rivera Cusicanqui, a las naciones indígenas “en el origen, en un espacio anterior a la historia” (2015: 3). Dentro de esta narrativa, si lo indígena pertenece al pasado, al origen, entonces lo mestizo es lo presente y lo blanco o europeo se percibe como el futuro, ya que es lo deseable. El mestizaje es así una política de blanqueamiento, una aspiración a la blanquitud a través de la negación de lo indígena, de lo africano, de lo no europeo. “En México RACISMO se pronuncia MESTIZAJE”, nos recuerda Yásnaya (81).
La idea de que todos los mexicanos somos mestizos, que todos tenemos en cierto grado lo indígena y lo español, construye una ilusión de igualdad que hace más difícil reconocer el racismo y la discriminación existente en México, y lo mismo pasa en el resto de América Latina. Y además, ni siquiera cuando se habla de “lo indígena” se tiene alguna certeza: “lo indígena” es una categoría problemática que encierra naciones sumamente diversas y distintas entre sí que lo único que comparten es, como dice Yásnaya, haber habitado esos territorios cuando Hernán Cortés llegó con el español bajo el brazo (3). Como la escritora mixe explica, en muchas de esas culturas llamadas indígenas la palabra “indígena” ni siquiera existe. Lo indígena, así como lo mestizo, son identidades raciales que fueron instauradas por los europeos durante la conquista y colonización de América y que, una vez que estos territorios se independizaron, continuaron siendo la base de la organización del mundo a partir de la idea de razas, en lo que Cusicanqui llama un colonialismo interno.
Si el mal llamado “encuentro entre dos mundos” se hubiera dado en condiciones de igualdad, si el intercambio de saberes y culturas distintas hubiera sido consentido entre ambas partes y se hubiera respetado la soberanía y el territorio de cada nación, otra historia sería. Pero no fue así. El mestizaje carnal fue violento, el mestizaje como dispositivo colonial también lo es. Es tan simple y sin embargo todavía hay personas que no lo entienden. Incluso hay quienes buscan resignificar la palabra mestizo y la noción del mestizaje (4), pero igual no entiendo la finalidad de reapropiarnos de lo mestizo con orgullo. Sentir orgullo de ser mestizo o mestiza implica estar orgullosos del sometimiento de las naciones indígenas, de la negación de lo africano, de las desaparición de las lenguas no españolas, del genocidio, de la discriminación, de la esterilización forzada, de la violencia. Celebrar el “día de la raza” es lo mismo. Que no se olvide: Cada 12 de octubre, o cada vez que escuchemos la palabra “indígena”, cuando aprendamos otro idioma, cuando viajemos a otro país, cuando sostengamos nuestro pasaporte, cuando alguien nos pregunte sobre nuestra identidad.
Notas
1. La nación mixe, también conocida como ayuujk o en su propio idioma ayuujk jää'y se ubica al noreste del estado de Oaxaca, en el sur de México.
2. En su tratado de 1925 La raza cósmica el intelectual mexicano José Vasconcelos dividió a la humanidad en cuatro etapas y cuatro "troncos": negro, indio, mongol y blanco. De esos “troncos" surgiría según él una quinta raza, la raza cósmica, que es la suma de todas las razas, y que solo puede surgir a partir de las mezclas que el hombre blanco emprende con sus invasiones, pues para él, la raza blanca es el “puente” hacia esa raza cósmica. Muy cringe, si me lo preguntan. Y sin embargo de ese polémico libro sale el famoso lema de la Universidad Nacional Autónoma de México: “Por mi raza hablará el espíritu”.
3. Yásnaya dice que las naciones indígenas son todas aquellas que, al no formar un propio Estado, han sido encapsuladas dentro de un Estado-Nación: “la categoría ‘indígena’ es una categoría política, no una categoría cultural ni una categoría racial (aunque ciertamente ha sido racializada). Indígenas son las naciones sin Estado. Por eso son indígenas el pueblo ainú en Japón, el pueblo sami en Noruega y el pueblo mixe en Oaxaca. Esta condición une también a pueblos como el catalán o el escocés” (Aguilar, 2018).
4. Pienso, por ejemplo, en la conciencia mestiza de Gloria Anzaldúa, que a pesar de que intenta reconfigurar la idea de la raza cósmica de José Vasconcelos, cae en muchas ocasiones en el mismo tono sintetizador. Me gusta más su noción del Mundo Zurdo y pensar la conciencia de Anzaldúa más bien dentro de lo que Rosi Braidotti llama subjetividades nómades. Pienso también en lo problemático que es tomar lo mestizo como bandera desde el ejemplo del antropofagismo brasileño, un movimiento artístico que en 1922 intentaba explicar la realidad desde la perspectiva de la mezcla de razas, la transculturación, la hibridez, utilizando la imagen del caníbal o antropófago como símbolo de modernidad/autenticidad. La figura del antropófago se utilizó en su momento como símbolo identitario de los artistas brasileños en un intento por tomar una figura que históricamente había sido utilizada negativamente para exhibir a los nativos brasileños como “salvajes” y resignificarla como algo positivo. No obstante, dicha idea de la mezcla o lo mestizo como lo ideal, lo original de los brasileños, se convirtió finalmente en lo mismo que criticaba: la exaltación de una identidad “auténtica” que, aunque es la suma de muchas identidades, oculta detrás de esa bandera las mismas identidades que supuestamente celebra. Y el concepto es más problemático si pensamos que la idea misma de la antropofagia consiste en tomar lo “mejor” de las diferentes culturas o identidades y desechar lo que no sirve. De nuevo, ¿qué es lo que sirve y lo que no?
Bibliografía
Aguilar Gil, Y. E. (2020). Ää: manifiestos sobre la diversidad lingüística. Almadía Ediciones.
(2018). ¿Nunca más un México sin nosotros?. CIDECI-Unitierra Chiapas.
Catelli, L. (2020). Arqueología del Mestizaje. Colonialismo y racialización. Temuco: Ediciones UFRO–CLACSO.
Cusicanqui, S. R. (2015). Violencia e interculturalidad: paradojas de la etnicidad en la Bolivia de hoy. Telar: Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos, (15), 49-70.
Imágenes
Figura 1: Artista anónimo, "Expresión de las Castas de gentes de que se compone este Reyno de Mexico; los motivos porque resultó la diversidad; y los nombres con que se distinguen todas las calidades: Hecha en Puebla de los Angeles", ca. 1750. En: Catelli, Laura. (2012). Pintores criollos, pintura de castas y colonialismo interno: los discursos raciales de las agencias criollas en la Nueva España del periodo virreinal tardío. Cuadernos del CILHA, 13(2), 147-175. http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1852-96152012000200009&lng=es&tlng=es.
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